En medio del caos y la destrucción provocados por la Guerra de la Triple Alianza, hubo una luz que llegó desde los Andes hasta el corazón herido del Paraguay: la solidaridad sincera de Colombia. Mientras muchos países se limitaron a discursos y editoriales, la República de Colombia fue más allá, enviando ayuda concreta y abrazando fraternalmente al pueblo paraguayo. Este gesto histórico no fue solo un acto diplomático: fue una expresión genuina de humanidad que marcó un precedente imborrable.
Uno de los hitos más conmovedores de esta hermandad ocurrió el 27 de junio de 1870, cuando el Congreso de Colombia sancionó una ley que garantizaba automáticamente la ciudadanía colombiana a todo paraguayo que llegara a suelo colombiano, si su país desaparecía como nación. Una cláusula cargada de afecto y compromiso, firmada por personalidades como Eustorgio Salgar, Felipe Zapata y el recordado escritor Jorge Isaacs. No fue retórica vacía: fue un acto político con alma.
En ese mismo espíritu de afecto y respeto, décadas más tarde surgió una pieza musical que encapsula esta historia: “Confraternidad”, una canción compuesta por el barítono colombiano Régulo Ramírez. Esta polca-canción es una joya sonora que canta al Paraguay con dulzura, valentía y profunda admiración. La melodía, nacida entre cafetales colombianos, viaja hasta las orillas del río Paraguay para rendir homenaje a un pueblo que resistió con dignidad.
El propio Agustín Barboza, referente de la música paraguaya, recordó con cariño a Régulo Ramírez como un ser cordial y amante de la cultura guaraní. En su libro Ruego y camino, relata cómo el colombiano compartía sueños artísticos junto a él y Luis Alberto del Paraná. En un momento decisivo, Ramírez incluso propuso formar un trío musical para recorrer juntos Colombia y Hollywood, en un gesto de hermandad artística y cultural que aún resuena con fuerza.
La canción “Confraternidad” no es solo una composición; es un puente. Sus versos, como: “Es canto de hermandad a un pueblo que luchó”, resumen en pocas palabras lo que cientos de páginas de historia han intentado explicar. El arte, en este caso, se convierte en el idioma universal que une naciones más allá de tratados, guerras o distancias geográficas.
Régulo Ramírez no solo dejó huella con esta canción. Fue un artista integral, reconocido en toda América Latina por obras como Bésame morenita o Isla de ensueño, donde actuó y compuso para el primer largometraje colombiano en color. Pero en Confraternidad, quizá más que en ninguna otra pieza, plasmó el espíritu solidario de su tierra natal hacia una hermana herida, que supo resistir.
Hoy, cuando las nuevas generaciones redescubren esta historia y su música, es vital recordar que las alianzas más fuertes no nacen del poder, sino del dolor compartido, del respeto mutuo y del arte como testigo de esa confraternidad sincera. Colombia y Paraguay, unidas por la historia y la canción, nos dejan una lección vigente: en la adversidad, florecen los lazos más nobles.
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