San Juan: más que folclor, una resistencia cultural en Colombia

 

San Juan: más que folclor, una resistencia cultural en Colombia


En Colombia, junio se llena de fiesta, color y tradición gracias a San Juan. Pero más allá del folclor, los desfiles y el famoso sanjuanero, esta celebración es también una poderosa expresión de identidad regional y resistencia cultural, especialmente en el Tolima y el Huila. Las fiestas de San Juan no solo son una herencia religiosa: son un símbolo de unión, memoria colectiva y construcción de paz.

Lejos de ser una simple fecha en el calendario, el 24 de junio —día de San Juan Bautista— marca el inicio de una temporada que transforma pueblos y ciudades en escenarios de arte popular. Las calles se llenan de comparsas, reinas, arpas, tiples, cueros y tambores. Pero, más importante aún, de abrazos entre vecinos, de reencuentros familiares y de orgullo por lo que significa ser colombiano en regiones golpeadas por el conflicto.

Durante décadas, estas fiestas no se celebraron como hoy. Entre los años 60 y 80, la violencia política y los enfrentamientos armados silenciaron por completo los tambores del joropo y el bambuco. En municipios como Chaparral, Neiva y Espinal, las verbenas fueron reemplazadas por toques de queda y las carrozas por barricadas. Pero el espíritu del San Juan no se apagó.

Fue precisamente en esos momentos cuando comunidades enteras comenzaron a usar las fiestas como una tregua simbólica. Desde 1985, las celebraciones resurgieron como una forma de diálogo cultural no violento. Familias desplazadas regresaban por unos días, artistas locales volvían a tocar y jóvenes se reencontraban con su tierra, bailando y cantando las historias que sus abuelos aún recordaban.

En la actualidad, el Festival Folclórico Colombiano, el Reinado Nacional del Bambuco y la Muestra Internacional del Folclor son reconocidos como Patrimonio Cultural de la Nación. Ibagué, Neiva, Rivera y otras localidades no solo organizan espectáculos: cultivan un legado que inspira incluso fuera de Colombia, en países como España, donde también se celebra San Juan con fuego, agua y música.

Lo que empezó como una festividad sincretizada entre el catolicismo y las antiguas tradiciones agrarias del solsticio de verano, ha encontrado en Colombia una nueva vida como herramienta de reconstrucción social. En cada paso del sanjuanero se baila la esperanza. En cada traje típico bordado por manos campesinas se cose la historia de un país que no se rinde.

Por eso, más que una fiesta, San Juan es una declaración: la cultura no se exilia, el arte no se calla y el pueblo colombiano, aun en medio de las dificultades, siempre encontrará una excusa para cantar, bailar y abrazarse. ¡San Juan vive en cada corazón que cree en la alegría como forma de resistencia!

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